El costo de la gobernabilidad
El costo de la gobernabilidad
En países como
Cada día vemos cómo, por ejemplo, el Gobierno del Presidente Leonel Fernández parece más acorralado por una serie de problemas de difícil solución, como por ejemplo la crisis del sector energético, el reclamo de diversos sectores por mejores condiciones de vida, el alto costo de los alimentos, las presiones inauditas de sindicalistas-empresarios del transporte (bautizados por El Nacional como los dueños del país), las exigencias de sus circunstanciales aliados grupúsculos políticos con motivo de las pasadas elecciones generales, para que sean nombrados en cargos públicos como sobrecarga a una nómina estatal que ya no resiste más abultamientos; las intolerantes voces que aunque desean una reforma de
Con pocas excepciones, voces que reclaman un alto a la corrupción a menudo son incapaces de explicar claramente sus propias fortunas, mientras prevalecen otras que cándidamente creen en una Justicia que, si bien ha avanzado, hasta ahora ha sido prácticamente incapaz de sancionar como se debe a toda una pandilla de corruptos que se valen de la política para amasar fortunas y continuar con sus depredaciones, vía los cargos públicos.
Entonces resulta que en un país así, con tantas debilidades institucionales, cada quien rompe brazos para sobrevivir, mientras el Gobierno–en aras de
Leonel Fernández ha sido demasiado inteligente para bregar con tantos problemas. Es muy fácil decir, por ejemplo, “tranquen a los sindicalistas corruptos del transporte”, o “digan los nombres de los empresarios que evaden impuestos”, o “impidan con la guardia las protestas populares”. o “callen a los curas entrometidos”, o “deporten por la fuerza a todos los haitianos ilegales”, o “callen las voces” de ciertos periodistas simplemente publicándoles las exoneraciones que han solicitado o los “anuncios” de que disfrutan en las instituciones estatales”, o “disuelvan la policía”, quizás sugiriendo que busquen suizos para reemplazarlos, pero, como preguntaba Balaguer, ¿dónde están los suizos?”
El fallecido escritor Ramón A. Font Bernard siempre decía que una de las lecciones que debe aprender todo Presidente es desayunar “con un tiburón podrido sin eructar”, con lo cual significaba que en
Mantener
Afirmar lo contrario es una solemne necedad.
santiagoestrella2000@yahoo.com
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