Saturday, April 11, 2009

se creen líderes

Se creen líderes
Son fácilmente reconocibles, pues usan boinas negras de la década de los años 60 y lucen barbas de sociólogos trasnochados, cuando no lentes de concha que no hacen más que aumentar su ceguera política. Su discurso suena hueco y pasado de moda.
Saben de todo: de música, de literatura de solapa (nunca han leído un libro) de economía, agricultura, recursos hidráulicos, deportes, ecología, sociología y farándula, aparte de que son expertos en mezclar el discurso político con la demagogia populista, no faltaba más.
Se les encuentra en los sindicatos, en las asociaciones profesionales, en las tertulias de café, en las reuniones sociales y hasta en las iglesias, porque son firmes devotos de san Cocho aunque no creen en Dios.
Siempre comparecen ante la radio o la televisión, sea mediante presencia física o como “interactivos”, para dar cátedras de cómo se debe gobernar, aunque hay dudas de que puedan gobernar su propia casa, donde no paran un minuto porque se los impiden las actividades políticas.
No tienen trabajo conocido, aunque pocas veces están escasos de fondos, y andan en vehículos que las malas lenguas dicen son exonerados, pues para eso está bueno el Gobierno, no jodais, hombre.
Todos son anti-reeleccionistas, pero se reeligen en sus respectivas organizaciones, a cuyo seno llegaron como “niños de teta” y hoy son casi ancianos.
Pontifican contra la corrupción y la delincuencia, pero se les haría muy difícil explicar sus propias riquezas y el por qué de su apoyo a los actos delincuenciales, cometidos en nombre de las luchas sociales a las cuales el pueblo tiene derecho.
Se creen líderes, y por eso cuando notan la presencia de fotógrafos o camarógrafos inflan el pecho, adoptan poses doctorales y carraspean, como buenos actores antes de comenzar el espectáculo.
Se dicen partidarios de la libertad de expresión, pero no dejan hablar a sus contrarios cuando participan en algún debate radial o televisivo, rara forma de practicar lo que predican.
Nunca pierden la oportunidad de criticar “al capitalismo yanqui explotador”, pero muchos son verdaderos capitalistas, visas norteamericanas por diez años incluidas, con lo cual parece cobrar validez el argumento de que al imperialismo “hay que combatirlo en sus propias entrañas”.
Critican la intervención extranjera en los asuntos domésticos, pero cuando la misma les favorece entonces la respaldan, por aquello del “internacionalismo”, aunque no sea proletario.
Hablan “en representación del pueblo”, que nunca los ha elegido, para despotricar contra los gobernantes democráticos que sí fueron elegidos por la mayoría del pueblo, vaya paradoja, entre ellos Leonel Fernández.
Se creen líderes, pero cuando suelen participar en alguna elección en búsqueda de una regiduría o diputación, sacan menos votos que si el aspirante fuese Popeye el marino o el Pato Donald, dignos representantes de la sociedad de la opulencia.

Esos que se creen líderes olvidan que para ser tales tienen que despertar pasiones: amor y odio, gloria y repudio, aceptación y rechazo, admiración y envidia, pues de lo contrario se trata de figuras amorfas y sin carisma, insípidas, que podrá reunir miles de personas en un encuentro político, pero que a la hora de la verdad no lograrán la trascendencia necesaria para que los congregados se sacrifiquen a favor suyo.
¿Por qué ilustres ciudadanos, ejemplos de virtudes cívicas reconocidas a nivel nacional, no pueden considerarse líderes? Sencillamente, porque nunca despertaron pasiones que les permitiera ser amados y repudiados al mismo tiempo. En nuestra historia aparecen numerosas figuras políticas que fueron líderes y otras que se creyeron tales, ambas claramente diferenciadas. Los primeros lucharon en defensa de firmes ideales o de sus propios intereses personales; los que se creyeron líderes confundieron el deseo con la realidad, pues apenas algunos trascendieron y su legado fue y es francamente lamentable. En el plano político, para ser un líder no basta con tener experiencia de Estado por haber participado en la llamada “cosa pública”. No. Es necesario tener también una visión de futuro, un don que le permita anticiparse a los acontecimientos y crear las bases fundamentales del porvenir, sin detenerse ante nimiedades que, si bien son escollos, a la postre pueden ser también enfrentadas con buen éxito.
¡Ay, cuánta pena nos da ver a tantos que se creen líderes, y que apenas despiertan sentimientos de rechazo!
santiagoestrella2000@yahoo.com

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