Friday, May 01, 2009

Joaquín Balaguer habla desde la tumba

Una Constitución no es una lucubración doctrinaria

Una de mis pasatiempos favoritos es la pesca. Siempre me ha gustado pescar, preferiblemente en el embalse de una represa, aunque también en el mar. Hace unos días, me levanté de madrugada y me fui solo a un sitio en el área del malecón, donde bien temprano es posible conseguir buenas piezas, siempre que se utilicen las carnadas, anzuelos y los hilos adecuados.
Estaba pacientemente sentado en una roca, cubierto por follaje de un almendro, cuando percibí una onda vaporosa que me erizó los pelos. Miré con cautela a mi derecha y entonces le vi llegar, absolutamente silencioso. Era nada más y nada menos que Joaquín Balaguer, quien solía decir que no era doctor, sino licenciado en Derecho, y no abogado, porque esos son los que postulan en los tribunales, y él nunca lo hizo.
Estaba vestido completamente de negro, corbata inclusive, con su tradicional sombrero de copa, también negro. Se sentó a mi lado, diciéndome:
--Buenos días, Estrella Veloz. Siempre le recuerdo con afecto, desde aquella larga entrevista que me hizo una noche en mi casa cuando usted era corresponsal de la UPI. ¿Se acuerda que lo llevó ante mí su colega Guillermito Gómez? ¿Cómo anda la pesca?
--Gracias, doctor, claro que lo recuerdo. En cuanto a la pesca, todavía nada, pues para esto hay que tener paciencia, como usted, que incluso en los momentos difíciles mantenía una calma insospechada, como una estatua de granito.
--Je, je.
--Olvido esta pesca, doctor Balaguer, pues sería muy mal periodista si no aprovecho esta oportunidad para hacerle algunas preguntas.
--Las que usted guste…
--El presidente Fernández se ha empeñado en dotar al país de una nueva Constitución. Se ha dicho que es una Constitución moderna, pero otras voces señalan que con artículos que ha aprobado la actual Asamblea Revisora hemos retrocedido. ¿Cuál es su criterio al respecto?
El doctor Balaguer se ajustó los espejuelos, meditó un poco y dijo:
--Una Constitución es un producto histórico y no una lucubración doctrinaria. Imagen de su época, está llamada a reflejar la realidad a la que debe servir de expresión en todas sus manifestaciones. Ahora bien: el pueblo dominicano, en los momentos presentes, necesita de normas justas que protejan las libertades públicas pero al propio tiempo que sirvan de freno a las actividades subversivas. La Constitución de 1966, bajo la cual se rigió mi primer Gobierno democrático, tuvo la virtud de ser realista, es decir, la de no contener, como la de 1963, utopías democráticas, en pugna con nuestra realidad política y social, y la de hallarse libre de materiales de contenido controversial, susceptible de promover el temor o de despertar la zozobra en vastos sectores de la ciudadanía.
--Perdone, doctor, con el debido respeto. Ese juicio sobre la Constitución del 63 es francamente reaccionario.
--¿Usted cree que fui reaccionario? Yo fui más revolucionario que muchos que se dicen tales, pues para decirlo francamente abjuraron de sus ideales y sirvieron a mi Gobierno, con más sumisión que muchos de mis colaboradores reformistas. Hice una reforma agraria en cierto modo revolucionaria; construí presas, escuelas, hospitales, canales de riego, centros deportivos, pero además no olvide que fue en mi Gobierno, en 1972, que se legalizó al Partido Comunista Dominicano (PCD). Y quien le habla fue el que abrió las relaciones con Cuba, con intercambios deportivos y comerciales, lo que luego dio paso a la formalización de relaciones diplomáticas, rotas primero luego de la expedición del 14 de junio de 1959 y luego a raíz de las sanciones impuestas a la República Dominicana por el atentado de Trujillo contra el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, en agosto de 1060.
Evidentemente, estábamos entrando en un terreno histórico, pero antes de que formulara una nueva pregunta, el doctor Balaguer continuó sobre el tema de la Constitución:
--Alguien ha dicho que en Latinoamérica las Constituciones han sido, son y serán durante mucho tiempo todavía simples pedazos de papel. Las Constituciones son leyes que se votan cada año y se violan todos los días. Lo que vale en cada país, en cada época, en cada momento histórico, no son los principios, sino los hombres. La Constitución en época de crisis como la actual, tiene que frenar el abuso de las autoridades sin favorecer el de los hombres o el de los partidos en cuyo beneficio se establecen las garantías ciudadanas. Todo esto lo dije yo el 4 de diciembre de 1966.
--¿Qué le parece, doctor Balaguer, lo que se dice públicamente sobre la corrupción, que según muchas voces existe en el Gobierno del doctor Leonel Fernández?
--La corrupción no es un privilegio de la sociedad dominicana. Es una plaga de la época. Es el mundo entero el que se halla poseído por la fiebre del lucro. Es la conciencia universal que se encuentra desquiciada por las tentaciones del placer y el brillo deslumbrador de la riqueza. En mi Gobierno hubo corrupción, es cierto, pero la misma se detenía ante las puertas de mi despacho. Pienso que eso mismo ocurre en el Gobierno del doctor Fernández.
--¿Qué le parece, doctor, el servilismo que muestran los funcionarios de todos los Gobiernos hacia el presidente de la República?
La respuesta del caudillo reformista no se hizo esperar:
--En todos los pueblos, aun los más civilizados, se nota esa tendencia de los hombres a agruparse alrededor del más fuerte quien, por su mayor capacidad mental o por su astucia engañadora, prostituye la conciencia colectiva degradando gradualmente el alma genuflexa de las multitudes hasta convertirla en el culto idolátrico y servil del fetichismo, que es quizás la fase más característica y pronunciada de la barbarie primitiva.
--¿Qué piensa usted, doctor Balaguer, sobre la impunidad existente contra los que violan la Ley de diversos modos, incluidos los que utilizan los cargos públicos para enriquecerse?
--El mayor estímulo con que cuenta actualmente el delito es el de la lenidad de los jueces. La proliferación del robo en la República, obedece al hecho de la benignidad con que se castiga a los que convierten la sustracción de la cosa ajena en un medio habitual de subsistencia. Pero en nuestro país resulta siempre un pecado oponerse al privilegio y defender el interés general. Basta que alguien ponga la punta de un alfiler, solamente la punta de un alfiler, sobre un privilegio, para que inmediatamente se amotinen, como una jauría de fieras, los intereses afectados y para que se amenace con descargar sobre el Gobierno la máquina del mundo.
--Excelente retórica, doctor. ¿Cuál es su opinión sobre los partidos políticos actuales en la República dominicana?
--En el país no existen propiamente partidos, amigo Estrella Veloz, sino conglomerados de hombres unidos circunstancialmente por intereses políticos más o menos pasajeros. Lo que prevalece, en la selección de las candidaturas y en las pugnas que esas selecciones desencadenan, dentro de cada agrupación, no son los principios sino los apetitos personales. Muchos creen que la democracia debe ser dirigida y que es sobre el líder o los líderes de cada agrupación sobre quienes debe recaer la misión de indicar las personas que deben ser postuladas en cada localidad. Pero una imposición de esa naturaleza anularía el mecanismo democrático suplantando la voluntad de una asamblea de hombres supuestamente libres por la de un solo dirigente político. Lo importante es que el pueblo dominicano se acostumbre a ejercer sus derechos sin extralimitaciones y con la mesura propia de una democracia verdaderamente ordenada.
--¿Qué opina usted del doctor Leonel Fernández, quien dice que es su más legítimo heredero político?
--Eso nunca se sabe, pero me parece muy atinado que el presidente Fernández se haya atraído a muchos reformistas para que colaboren con su Gobierno. El patriotismo exige, en estos momentos, que en el Gobierno nacional se agrupen todos los dominicanos de buena voluntad y que por un largo lapso de largos años todavía se abandonen los odios y las diferencias propias de hombres que han intervenido en ásperas contiendas políticas y que difieren profundamente en su manea de apreciar los problemas del país y en las soluciones que exige cada uno de ellos.
--Si le fuera posible, doctor, ¿cuáles consejos podría darle al Presidente Fernández?
--Simplemente le diría que la vida es una escuela, y una de las enseñanzas que de ella he sacado es la certidumbre de que para vivir sin problemas con los demás hay que estar siempre en la disposición de transigir, aun con la insolencia y hasta con la injusticia, sobre todo en cosas que carecen en realidad de importancia o que son sencillamente banales.
--Sobre la huelga de los médicos y las enfermeras, ¿qué puede usted decirnos, doctor Balaguer?
--El 4 de noviembre de 1966, es decir hace casi 45 años, dije que “nuestro país, cansado ya de demagogia, harto ya de agitadores, quiere trabajo y no huelgas, quiere que se le busque solución a los problemas que le abruman con providencias constructivas y no con palabrería hueca y posturas demoledoras”. Esas palabras siguen perfectamente vigentes.
--¿Cómo juzga usted a los funcionarios corruptos que pertenecieron a su Gobierno?
--Los juzgará la Historia, no yo. Pero debería darles vergüenza mirar de frente a sus hijos, ignorantes de que la fortuna que tienen sus padres es producto del robo y la desvergüenza. Esto incluye a los de antes y a los de ahora.
--En otro orden de ideas, doctor Balaguer, quisiera que…
--Estrella Veloz, lo siento mucho, pero dentro de un rato tengo una reunión con Juanito y con Peña Gómez, a ver si desde el lugar ignoto en que nos encontramos podemos juntos buscar una solución que erradique las asperezas internas en el PRD, el PLD y mi propio Partido Reformista Social Cristiano.
Tras de lo cual el doctor Balaguer, a pasito lento, salió del farallón y se evaporó antes de llegar a la avenida.
No me quedó más remedio que quedarme pensativo y después seguir tratando de pescar algo.

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