Tuesday, January 17, 2012

Los Reyes Magos y la Vieja Belén


Pienso que quizás me porté mal. Jamás pensé que los Reyes Magos me iban a tratar de esa manera, pero luego reflexioné y llegué a la conclusión de que la crisis monetaria internacional y la política doméstica fueron las causas de tanta tacañería.


Comienzo por decirles que apenas me dejaron un "fu-fu", un carrito con ruedas de jabillas, un tirapiedras, un cachorro de gato barcino, una pelota de básquet desinflada, una torta de casabe un poco roída, una botella de mabí caliente, un par de breteles, una menta verde, unos tenis usados que me quedan grandes, un yaniqueque medio rancio y una camisita floreada que parece que alguna vez perteneció a Paco Escribano, cuando estaba chiquito.Pero soy conforme, porque cualquier día de estos, aunque muy tardíamente, viene la Vieja Belén, y si el gobierno no le niega la entrada creyendo que es haitiana, estoy seguro de que me traerá un carro como el que usa cualquier Ministro, una casita de montaña como la de un funcionario de alto copete, una cuenta en dólares de dudosa reputación y una carajita de chupe usted y déjeme el cabo, pa`que sufran.


Cuando escribía este artículo, la Vieja Belén me puso un mensaje en Facebook (ella es vieja, pero no pendeja, pues está al tanto de la tecnología) en el que me explicaba que, si se dilata un poco, a los niños que no se desesperen, que ella vendrá de todos modos, pues la Primera Dama le prestará una bicicleta de las que sobraron en la repartidera. El único problemita es que la Vieja Belén no sabe montar bicicleta, situación que pretende resolver con la ayuda de una pila. Una pila de militantes de pequeños partidos que le darán impulso, esperanzados inútilmente en que podrán subir la lomita.


Pero como no todo es color de rosa en la Viña del Señor, la Vieja Belén se quejó de que el Gobierno “me hace trampa” al repartir juguetes, en muchos casos durante mítines encabezados por doña Margarita, sin que a su lado aparezca el candidato de los lentes de abuelita, que podría hacerle coro a la que aunque sea renqueando traerá nuevos juguetes.


“Esto está muy bien, pero le sugiero que me de un chanche. En este momento tengo muchísimos regalos para repartir, aportados por un candidato buena gente, medio calvito él, para no decir total, que me hizo un aporte de auyamas, yuca, batatas, guandules, arroz medio raroso, habichuelas negras y además unas cachuchitas que dicen “Llegó Papá”, como si esto tuviera algo que ver con Malhechor (digo, Melchor) Gastar (digo, Gaspar) y Malpasar (digo, Baltasar), obviando a propósito el otro Rey Mago, llamado Leonel el Terrible, buena gente él, que es capaz de convertir una cañada en un Metro, aunque la cañada se convierta en “camada” para sacarle ventajas metro a metro. La Vieja Belén dice muchas otras cosas en el mensaje, entre ellas que en días pasados fue al hospital Cabal y Báez de Santiago, con una vestimenta que la hacía parecer como una médico, con estetoscopio y todo. Se introdujo subrepticiamente en la sala de cirugía y, sin mediar palabras, operó a un tipo de apendicitis, pero debido a un pequeño error técnico le sacó no solamente el bazo, sino otro vaso que el paciente se había tragado en un exceso que supera los límites de los alcoholímetros de la AMET. Nadie le reconoció eso, se quejó la Vieja Belén.


La falsa doctora también extrajo de un paciente no solamente su cartera, sino además un sospechoso sobrecito en cuyo interior había un polvo blanco; una píldora vaginal anticonceptiva, una bala calibre .45 y una macana policial corroída por los jugos gástricos, sospechándose que no fue por la boca que se la introdujeron al estómago. Esto lo determinará el médico legista.


La Vieja Belén espera ahora que la Primera Dama de la República le regale un caballito o un mono gigante como el que figura en el Zoo-Berto, vulgo irracional parque temático, que transporte juguetes, para poder dejarles algunos regalitos a los niños pobres, a quienes los Reyes Magos, por estar repletos de demagogia, los ignoraron y solo les dejaron regalos a los niños ricos.


Como soy optimista, creo que además de las cosas antes citadas, los Reyes Magos me dejaron un caballo, pues debajo de mi cama encontré una cajita con estiércol de caballo. Juro que este fin de semana estaré buscando ese caballo, aunque tenga que ir al Congreso Nacional, donde me dicen hay muchos que relinchan cuando no les conviene, parecidos a los caballos, que hacen lo mismo si no les dan pienso, como al ganado, o cuando les pican la espuelas.


Si no encuentro allí mi caballo, le pediré prestado uno a don Euclides, que me dicen tiene varios, incluyendo un tataranieto de aquel que le regalaron en El Seybo cuando era un carajito y cambiaba jaibitas por botones, hasta que un día le dieron una pela grandísima por quitarle los ídem a un pantalón de un tío, quien pasó una vergüenza grandísima durante un acto oficial en el que se tocaba el Himno Nacional, porque antes no había “ri-rá”, vulgo cremallera, o “zipper”, como se dice ahora más modernamente.


En la misma nota de Facebook, la Vieja Belén me pide que lo único que desea es que cuando termine su trabajo le coordine una cita con Omega (ese mismo) para enseñarle cómo es que se mueve el esqueleto, por lo menos en los tiempos cuando Cuca bailaba donde Nancy (esa misma)


Espero a la Vieja Belén con mucho gusto, armado de mi tirapiedras y borracho de mabí seibano, aquel que desde hace más de cien años fabrican los descendientes de los hermanos Otto. Y para que conste, se despide de usted s.s.s.y.a.a.q. b. s.m.


No se preocupe, le serviré de traductor:


Su seguro servidor y atento amigo que besa sus manos. (De nada, ha sido un placer)






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