Monday, January 19, 2009

Los chivos sin Ley

Es realmente significativo que siendo el chivo un animalito tan gracioso no haya sido objeto de mayor atención por parte de quienes regularmente expresan sesudas ideas en relación con nuestra cotidianidad, casi siempre oscurecida por noticias desagradables, muchas de las cuales a cualquiera
“ponen chivo”.
Los chivos sin ley son aquellos que se meten subrepticiamente a los conucos en producción y arrasan con lo ajeno, sin tomar en consideración los sacrificios del dueño para levantar lo que sembró, a veces con duras jornadas de trabajo mal remunerado que, sin embargo, le permitió hacer pequeños ahorros para invertirlo en algo que le proporcionará algún tipo de ingreso.
El chivo sin ley no tiene miramientos. Se aprovecha de cualquier descuido del propietario del conuco para coger lo que no es suyo, sin supervisión alguna, pues a menudo ocurre que cuando el chivo sin ley hace de las suyas los encargados de vigilar que eso no suceda al parecer se hacen de la vista
gorda o duermen la siesta.
Los chivos sin ley, a pesar de su forma despreocupada de vivir, siempre tienen una fiel manada que les hace coro con sus berridos ante el peligro, lo que les permite abandonar rápidamente el sitio (si es que no son atrapados de inmediato), en cuyo caso gritan como verdaderos chivos.
Pese a lo que se diga en contrario, los chivos sin ley son sumamente inteligentes y delicados, pues no le hincan el diente a cualquier cosa. En ese sentido son verdaderos “gourmets”.
Contrario a los chivos normales, alérgicos al agua, los chivos sin ley hasta en el lodo se meten, sacudiéndose luego para salpicar a todo el mundo. Pero además conocen todos los caminos, callejones, trillos y vericuetos, lo que les permite escapar fácilmente en caso de ser perseguidos. Si son de gran tamaño, puede que les resulte difícil utilizar algunos huecos, circunstancia ante la cual los chivos sin ley saltan la cerca y tratan de huir con una agilidad sorprendente, sean jóvenes o viejos, pues parece que la vida les ha dotado de ese don que muchos quisieran tener.
La sabiduría de los chivos sin ley, sin embargo, rueda de golpe cuando se les sorprende en flagrante delito, vale decir dentro el conuco ajeno, pues entonces entornan los ojos casi suplicantes y berrean para estimular al coro, como si de esa manera trataran de justificar su osado proceder, pues hasta el más lego en materia de Derecho sabe que propasarse con lo ajeno es un delito previsto y sancionado por la ley, aunque se trate de un chivo sin ley que nunca haya sido involucrado en actividades inicuas, como por ejemplo esa de regar cagaditas por todas partes. Porque meterse a un conuco ajeno y tirar cagaditas, así por así, dañarlo y ensuciarlo todo, sólo es propio de los chivos sin ley verdaderamente despreocupados y sabichosos.
Los chivos sin ley, cosa curiosa, tienen barbas, aditamento que los unos ponen en remojo cuando se dan cuenta de que las de los otros arden, que así podría decirse en sentido figurado acerca de aquellas que serán afeitadas una vez que el chivo sin ley sea sacrificado, aunque suele ocurrir que tal castigo no llega a materializarse porque a veces aparecen defensores que, como argumento a su favor, recuerdan cuando el chivo sin ley era un simple chivito y se ganaba el cariño de los chicos.
No hay que olvidar que los muchachitos se entusiasman mucho con los chivitos, especialmente si su color es blanco, lo que les convierte en sujetos de gran demanda y popularidad en el mercado.

El caso es más singular si se analizan los denominados “chivos sin ley”, que mucho abundan en los campos y cuyas travesuras se consideran apartadas de lo que usualmente se considera normal, a tal punto que generalmente terminan sacrificados
Pero, volviendo al tema, es bueno consignar que la pelambre de los chivos sin ley, aunque suave, está soportada por un cuero muy duro, del que se aprovechan algunos interesados “avivatos” para fabricar tamboras y con ellas alegrarse, sin que proteste la Sociedad Protectora de Animales. Hasta en eso hay discriminación.
Los chivos sin ley corrompen a los demás chivos, pues al ser tan inteligentes saben que de ese modo, si les atrapan, no irán solos al corral, una forma de repartir culpabilidades, aunque los demás hayan o no participado del festín en el conuco. En ese caso, todos se convierten en chivos sin ley, tornándose difícil separar a los mansos de los cimarrones
Si uno analiza la literatura se dará cuenta de que muchos escritores mencionan a los chivos en sus obras, pero lo hacen en sentido general, sin mencionar específicamente a los chivos sin ley, lo que me hace sospechar que del que hablamos se trata de un espécimen auténticamente dominicano.
Sin embargo, día llegará en que algunos de nuestros sociólogos estudien a fondo a los chivos sin ley, sin limitarse a decir –para salir del paso—que se trata de simples cabritos o chivos expiatorios, mucho menos compararlos
con chivitos “jartos de jobos”.

santiagoestrella2000@yahoo.com

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