Tuesday, July 28, 2009

En respaldo del rescate del rio Ozama

Hay que apoyar cualquier tipo de esfuerzo que se haga para rescatar el Cinturón Verde de Santo Domingo.

En ese sentido, todo amante de los recursos naturales está en el deber moral de aceptar con júbilo el anuncio del secretario de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Jaime David Fernández Mirabal, para que ese pulmón de la ciudad vuelva a normalizarse, no importa los recursos que haya que invertir.

El anuncio del titular de Medio Ambiente incluye el rescate de los ex ríos Ozama e Isabela, sometidos a una depredación terrible por los asentamientos humanos en sus riberas, con la consecuente contaminación y deterioro.

En el Cinturón Verde hay humedales conformados por ríos, arroyos, lagunas, caños, manglares, vegetación palustre y bosques de galerías ribereños, pero además existen numerosas especies de la fauna y la flora, hoy amenazadas, pero que están siendo rescatadas poco a poco por Medio Ambiente. El Cinturón Verde está conformado por ocho zonas ambientales, definidas en la mayoría de los casos por cursos de agua. Esa franja verde, que tiene un área de 50 kilómetros cuadrados, debe servir de pulmón para el principal asentamiento humano del país, que es Santo Domingo, ciudad que bordea los tres millones de habitantes.

En esencia, el Cinturón Verde puede brindar a los ciudadanos una amplia gama de servicios y oportunidades en el orden recreativo, educativo y turístico, deportivo y de regocijo espiritual, a la vez que garantiza el mantenimiento de los procesos ecológicos y se protege la biodiversidad.

Sin embargo, la arrabalización que ahora presiona su riqueza ecológica amenaza con destruirlo todo, llevándolo a una situación similar o peor que la que afecta a los ríos Haina, Ozama e Isabela, altamente contaminados porque alrededor de ellos “viven” más de 300.000 personas, sin que gobierno alguno haya tratado de reubicarlos en firme

El llamado “Cinturón Verde”, que cubre la ciudad desde la desembocadura del río Haina hasta la base aérea de San Isidro, es decir desde el Suroeste pasando en arco en el Norte y hasta el Este, se encuentra en una situación “de emergencia”, en vista de la arrabalización desordenada de que es objeto, con invasiones de tierras y construcciones clandestinas de casuchas auspiciados por unos cuantos “vivos” que negocian con lo ajeno.

Ese espacio, hoy amenazado por las depredaciones, tiene entre sus objetivos principales la reestructuración ambiental en las márgenes fluviales de los ríos que bordean o están próximos a la ciudad, como son Haina, Isabela, Ozama, Cabón y Yabacao, además de los denominados Arroyo Guzmán, La Yuca, Rosa y Cachón. Todos estos ríos y arroyos son a su vez alimentados por decenas de manantiales, arroyitos y escorrentías que desembocan a lo largo de sus cursos. Hace seis años, un sospechoso incendio destruyó cientos de árboles existentes en unas 65 tareas en la parte Norte del barrio Los Girasoles, en las inmediaciones del cementerio Cristo Redentor y cerca del río Isabela, zona del Cinturón Verde que ha sido invadida poco a poco.

Las autoridades dijeron entonces que fue un incendio provocado, primera fase de los planes que ponen en práctica los invasores de tierras para apropiarse de lo ajeno, tras de lo cual comienzan a cercar solares y a fabricar casuchas que luego venden al mejor postor.

Casi siempre, cuando las autoridades presionan, los invasores alegan su condición de pobres y, además, argumentan que los predios ocupados “son tierras del Estado”.

Según los técnicos, por sí solo el Cinturón Verde representa 62.3 metros cuadrados por habitante citadino. Esa proporción de área verde- habitante-ciudad, probablemente sea una de las más altas del mundo. París y Buenos Aires, que son las ciudades con mayor espacio verde por habitante, no sobrepasan los catorce metros cuadrados por persona.

Justamente, el Cinturón Verde fue creado en 1993, debido a la necesidad de regular el crecimiento horizontal de la ciudad y la expansión de sus asentamientos en su periferia, para asegurar la protección y mejoramiento de los recursos y valores naturales existentes, con miras a garantizar la calidad del ambiente en el Distrito Nacional.

en otro sitio, con medidas eficaces que impidan que vuelvan a su entorno una vez hecho eso.

Las viviendas que habitan esas personas carecen en su mayoría de sanitarios, de manera que las materias fecales van a parar a esos ríos, a todo lo cual se añaden los desechos contaminantes de numerosas industrias, la mayoría de las cuales carece de plantas de tratamiento.

Los ríos Haina y Ozama, en zonas extremadamente degradadas y en cuyas márgenes pudieran conservarse algunos ecosistemas, bien merecen ser protegidos y catalogarse como una reserva natural.

El río Isabela, afluente del Ozama y que nace en la Loma de las Siete Cabezas, en Villa Altagracia, también está afectado por la contaminación, que con el correr del tiempo parece indetenible.

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