Monday, November 03, 2008

Eso se llama trabajar

Por Santiago Estrella Veloz


SANTO DOMINGO.-Jamás un político de la República Dominicana había cobrado tanta notoriedad por dedicarse a proteger los recursos naturales y el medio ambiente.
Jaime David Fernández Mirabal, agrónomo y médico siquiatra, ha recibido el espaldarazo de los medios de comunicación, comentaristas radiales, políticos y grupos ecologistas por sus acciones encaminadas a reforestar el país y salvar los ríos dominicanos de las depredaciones a que han sido sometidos durante siglos.
Fernández Mirabal, ex vicepresidente de la República (1996-2000) es el Secretario de Estado de Medio Ambiente y, en tal calidad, sus más recientes medidas están encaminadas a desmantelar las instalaciones de las llamadas “granceras”, negocios que durante años extraen de los ríos materiales de construcción, como arena, grava y gravilla.
Los propietarios de esos negocios millonarios habían sido advertidos en anteriores administraciones de que tenían que abandonar sus actividades, pero siempre se las arreglaron para que les ampliaran los plazos de operación.
Fernández Mirabal les comunicó recientemente que desalojaran las riberas de los ríos “por las buenas”, pues de lo contrario serían desalojados por el Ejército, como en efecto ocurrió hace unos días.
“Todo el mundo está esperando que cambien al funcionario para después llegar a un reacuerdo, pero en este caso no hay reacuerdo porque yo estoy obligado a darle continuidad a las resoluciones que emitieron mis antecesores”, dijo Fernández Mirabal recientemente.
En ese sentido, recordó que el presidente Leonel Fernández le pidió que hiciera cumplir la ley sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales “y eso se hará aunque la violación provenga del mismo Poder Ejecutivo”.
Observadores políticos estiman que si bien Fernández Mirabal siempre ha sido un abanderado de la ecología, sus actuaciones están directamente relacionadas con sus aspiraciones presidenciales para el 2012. Es uno de los dirigentes más populares del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Goza también de amplias simpatías en el sector externo, por su carácter afable y campechano.
Fernández Mirabal, de 52 años, está estrechamente vinculado a las luchas patrióticas contra la tiranía de Rafael Trujillo (1930-1961) por herencia familiar. Su madre, Bélgica (Dedé) Mirabal, es la única sobreviviente de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa, secuestradas y brutalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960, cuando retornaban de una prisión donde habían ido a visitar a sus maridos presos.
Tras graduarse de ingeniero agrónomo, obtuvo el titulo de doctor en medicina. En España, Italia, Alemania y Grecia realizó estudios de siquiatría y medicina social. Su experiencia profesional incluye varios años de trabajo como consultor en la Unión Europea y de las Naciones Unidas en Italia y Centroamérica, vicepresidente y senador de la República. Es también políglota.

En agosto pasado, el nombre de Fernández Mirabal se mantuvo en las primeras páginas de los periódicos al no juramentarse como titular de Medio Ambiente, frente a versiones de que había sido designado por Fernández “sin siquiera consultarle”. Pero, al parecer, las dificultades fueron superadas y asumió sus funciones, luego de recibir garantías de que sus actuaciones no serían obstaculizadas desde la Presidencia.
Su primera decisión fue rescatar un área ecológica que había sido vendida por lotes por una oficina que se ocupa de administrar los bienes del Estado. Fernández Mirabal buscó y obtuvo el respaldo de la Sociedad Ecológica del Cibao (SOECI), que funciona en Santiago, segunda ciudad en importancia a 150 kilómetros al norte del país.
El funcionario, con varias brigadas de su oficina, ecologistas y dirigentes de grupos populares desmantelaron las alambradas que dividían los solares del área ecológica vendida, situación que se reprodujo luego en la zona vedada de Los Haitises, en el Este del país, donde campesinos pobres derriban árboles y cercan predios para fomentar conucos de subsistencia.
Fernández Mirabal incautó más de doce kilómetros de alambradas y dio un plazo a los campesinos para que desalojen la zona, quizás sin ponerse a pensar que podría enajenarse miles de votos en unas futuras elecciones.
Según ha dicho el funcionario, su meta es sembrar 30 millones de árboles cada año, tarea que ya inició a orillas de carreteras y en cabeceras de ríos, seriamente lesionados por la deforestación. Esa misma cantidad de árboles sembró cuando siendo vicepresidente puso en marcha el Plan Quisqueya Verde, para recordar de paso el nombre original de la Isla Española ante de la llegada de los españoles en 1492.
Hace unos días, el productor y comentarista de televisión de origen cubano, Mario Rivadulla, comentó en un artículo que “Fernández Mirabal se está conquistando un amplio espacio de reconocimiento público. Adicionalmente, está contribuyendo con su enérgica gestión a fomentar en la ciudadanía una cada vez más amplia conciencia del valor que representa mantener la calidad del medio ambiente y la preservación de los recursos naturales”
En similares términos se han pronunciado otros comentaristas y editores de diarios nacionales.

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El costo de la gobernabilidad

El costo de la gobernabilidad

En países como la República Dominicana el costo de la gobernabilidad es demasiado alto, y casi siempre lo paga el sector menos pudiente de la población, generalmente impotente y sin muchos conocimientos acerca de los intríngulis del Poder.

Cada día vemos cómo, por ejemplo, el Gobierno del Presidente Leonel Fernández parece más acorralado por una serie de problemas de difícil solución, como por ejemplo la crisis del sector energético, el reclamo de diversos sectores por mejores condiciones de vida, el alto costo de los alimentos, las presiones inauditas de sindicalistas-empresarios del transporte (bautizados por El Nacional como los dueños del país), las exigencias de sus circunstanciales aliados grupúsculos políticos con motivo de las pasadas elecciones generales, para que sean nombrados en cargos públicos como sobrecarga a una nómina estatal que ya no resiste más abultamientos; las intolerantes voces que aunque desean una reforma de la Constitución, para hacerla más moderna, no coinciden en cuanto a la forma en la que la misma se haga o acusan de desfasado a su principal promotor; en fin, un maremágnum que confirma la tesis de que nuestro país es un archipiélago de intereses.

Con pocas excepciones, voces que reclaman un alto a la corrupción a menudo son incapaces de explicar claramente sus propias fortunas, mientras prevalecen otras que cándidamente creen en una Justicia que, si bien ha avanzado, hasta ahora ha sido prácticamente incapaz de sancionar como se debe a toda una pandilla de corruptos que se valen de la política para amasar fortunas y continuar con sus depredaciones, vía los cargos públicos.

Entonces resulta que en un país así, con tantas debilidades institucionales, cada quien rompe brazos para sobrevivir, mientras el Gobierno–en aras de la Gobernabilidad Democrática–tiene que ceder espacios que les corresponden, so pena de un estallido social de consecuencias impredecibles.

Leonel Fernández ha sido demasiado inteligente para bregar con tantos problemas. Es muy fácil decir, por ejemplo, “tranquen a los sindicalistas corruptos del transporte”, o “digan los nombres de los empresarios que evaden impuestos”, o “impidan con la guardia las protestas populares”. o “callen a los curas entrometidos”, o “deporten por la fuerza a todos los haitianos ilegales”, o “callen las voces” de ciertos periodistas simplemente publicándoles las exoneraciones que han solicitado o los “anuncios” de que disfrutan en las instituciones estatales”, o “disuelvan la policía”, quizás sugiriendo que busquen suizos para reemplazarlos, pero, como preguntaba Balaguer, ¿dónde están los suizos?”

El fallecido escritor Ramón A. Font Bernard siempre decía que una de las lecciones que debe aprender todo Presidente es desayunar “con un tiburón podrido sin eructar”, con lo cual significaba que en la República Dominicana a menudo un Presidente tiene que adecuarse a las realidades, no a las ensoñaciones de quienes, si llegan al Poder, podían comprobar que una cosa es con guitarra y otra es con violín.

Mantener la Gobernabilidad Democrática en nuestro país es una tarea dificilísima y costosa, por no decir casi imposible, a menos que se acepten ciertas cosas que, por repugnantes, no siempre están acordes con la ética o la moral social. Esta es una realidad contundente, que aunque uno las rechace, si se es justo, tiene que convenir en que para borrar tales permisividades de cualquier Gobierno es necesario hacer una revolución, y hasta el más lego sabe, excepto algunos estúpidos, que por diversas razones ahora mismo no hay las condiciones objetivas ni subjetivas para lograrlo.

Afirmar lo contrario es una solemne necedad.

santiagoestrella2000@yahoo.com

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